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Los Dodgers cobran las deudas que desde hace tanto tenían por cobrar [+VIDEOS]


La tropa de Los Ángeles volteó la pizarra en el sexto inning y el mexicano Julio Urías puso otra vez el cierre con un largo y brillante relevo. De nuevo los Rays se quedan a las puertas de ganar la Serie Mundial, una conquista que los Dodgers perseguían desde 2017, hasta ahora sin lograrlo

Por Ignacio Serrano
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Muchas deudas quedaron saldadas este martes, cuando los Dodgers, al filo de la medianoche, lograron el último out de la Serie Mundial ante los Rays.

Los Ángeles celebró su séptimo trofeo de campeón en las Grandes Ligas, el primero en 32 años. Desde 1988 no ocurría una celebración teniendo en el centro del escenario a los azules, una de las divisas con más historia y recorrido en la MLB.


Era una deuda inconmensurable, dada la historia de la institución. 
La victoria se concretó en seis juegos, venciendo en el último 3 carreras por 1 y viniendo de atrás ante Tampa Bay. Los choques definitivos resultaron duelos de lanzadores y el crucial lo ganó el club que confió en los numeritos, sí, pero también en el corazón.
«¡Este es nuestro año, se los dije!», exclamó el manager Dave Roberts, en medio del festejo. «Se los dije a toos. Ahora todo es azul Dodger, ahora todos son azules». 
Para el piloto también hubo una deuda pagada. Estuvo al frente de los californianos en 2017 y de nuevo en 2018, cuando vio escapar el anillo ante los Astros y los Medias Rojas.
«Todo es pura resiliencia», exclamó Roberts. «Nunca había estado rodeado por un grupo tan especial, un grupo al que amara más que este. ¡Gracias! ¡Gracias!». Y fue nombrando a varios integrantes del club.
Corey Seager se llevó la distinción como Jugador Más Valioso, entre los abucheos con que el público sancionó moralmente al comisionado Rob Manfred.
La gente, en particular los seguidores de los angelinos, cobraban su deuda también. Manfred admitió en febrero que Houston diseñó un sistema tramposo para robar ilegalmente las señas de sus oponentes, y el castigo contra los infractores fue considerado débil por algunos miembros del Salón de la Fama de Cooperstown, por un sector de la prensa y por decenas de bigleaguers, incluyendo las voces cantantes de los Dodgers.
Ahora, finalmente, disfrutan del alivio de ser los máximos vencedores.
«Esto es asombroso, porque estuvimos tres juegos por uno debajo de Atlanta», soltó Seager, que empujó carreras en los primeros cinco choques de este Clásico de Otoño y sacudió ocho jonrones en la postemporada. «¡Somos una familia!». 
Los enemigos de la sabermetría también sintieron que cobraban. Kevin Cash, el manager de los derrotados, se llevó a su abridor Blake Snell en el sexto, con la pizarra arriba 1 por 0 a su favor. Seguía lo impuesto por su plan, pues su as nunca pudo pasar del quinto tramo antes de este martes y se hundió en el primer choque cuando el piloto decidió apostar por su veteranía, dejándolo en la loma.
Esta vez se lo llevó, después de verle recibir un hit, y llamó a uno de sus principales cerradores, Nick Anderson, para proteger la pequeñísima diferencia que el cubano Randy Arozarena había conseguido con un jonrón solitario en el primer pasaje. Cash fue criticado en el norte por dejar mucho a Snell hace seis días y ahora lo fue por los tradicionalistas más abajo, en el Caribe, pues habrían querido verle asumir una corazonada.
«Blake hizo todo lo necesario para que ganáramos, pero no quería verlo enfrentarse con (Mookie) Betts por tercera vez», razonó el timonel, desconsolado.
Esa no fue revancha, sino inexperiencia, en el peor de los casos. Porque esta, como lo han sido las últimas Series Mundiales, fue una batalla entre equipos que se nutren del nuevo análisis y lo aplican en el terreno. Imposible olvidar que la gerencia de los Dodgers llegó a Los Ángeles procedente de los Rays, una organización que también ha cedido a los ejecutivos que lideran hoy los nuevos proyectos de los Astros y los Medias Rojas.
Anderson no pudo contener a sus rivales y allí cambió el destino de ambas novenas. Betts le saludó con un doblete que dejó a dos hombres en posición de anotar, y lo hicieron gracias a un wild y un rodado al cuadro.
Todavía faltaba una rayita, que Betts aportó en el octavo con un monstruoso cuadrangular. Ya para entonces Justin Turner había sido retirado del encuentro, al llegar el resultado de su examen de covid-19 y resultar positivo, el primero en las Mayores en casi dos meses. Y el mexicano Julio Urías estaba en la lomita, labrando un salvado a la antigua, uno de siete outs, su segundo cierre de largo aliento en la acción decisiva de este octubre.
El pitcher más renombrado entre todos los presentes en el Globe Life Field no tomó la pelota esta vez. Vio el final desde el bullpen y, antes de saltar y reír entre sus compañeros, miró al cielo con alivio y aparente agradecimiento: sí, así completó Clayton Kershaw su primer Clásico de Otoño realmente memorable, tras otros dos para el olvido.
Para Kershaw también fue una deuda cobrada y pagada. Lanzó dos buenos juegos y hubo quien le consideró el Más Valioso sentimental. Pero es improbable que ver premiado a su compañero Seager le haya dejado un mal sabor. Lo que contaba era lograr ese anillo tan esquivo y espantar la mala fama que le perseguía en postemporadas.
Fue el colofón para una cadena de pequeñas y grandes revanchas que prendieron la fiesta de los Dodgers, los justos campeones de la Serie Mundial.

EL DATO: Dodgers y Rays fueron los equipos con más victorias en las Grandes Ligas, amén de ser los campeones de la Americana y la Nacional. Ese orden también se impuso en la Serie Mundial, pues se la llevó quien venció en más ocasiones durante la campaña regular 

Ignacio Serrano

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