EL EMERGENTE
Por Ignacio Serrano
Los Bravos de Margarita resultaron grandes animadores de la última ronda eliminatoria de la LVBP.
El equipo al que muchos daban por eliminado antes de empezar la temporada 2020-2021 no solo peleó hasta el último día, sino que logró más victorias que los Tigres de Aragua, Tiburones de La Guaira, Leones del Caracas y Águilas del Zulia.
El formato de competición le jugó una mala pasada a los insulares. De haber sido seis los clasificados, como es usual, habrían estado fácilmente en los playoffs. Incluso si hubieran sido cinco los que avanzaran, habrían pasado. Pero ni siquiera la existencia de dos divisiones matiza la campaña de los orientales, que fueron mejores en la serie particular que tres equipos de Oriente (bengalíes, escualos y melenudos) y uno de Occidente (aguiluchos).
¿Fue un azar, el buen torneo de los neoespartanos? Para nada.
Margarita fue el club más flojo en la campaña 2019-2020, porque se jugó sin peloteros del sistema MLB. El lado fuerte de esta divisa es su grupo joven de ligamenoristas. Ausentes estos un año atrás, el depuesto manager Alex Núñez tuvo poco o nada para competir, especialmente en lo relativo al pitcheo. Presentes muchos de ellos, ahora, la tropa de Henry Blanco sí tuvo armas para batallar.
Es posible que los Bravos hayan sido la escuadra que más provecho sacó de sus jugadores con nexo en la pelota organizada. Veámoslo, si no, dividiéndolo entre bateadores y lanzadores.
Casi todos los mejores exponentes del lineup isleño están presentes hoy en el Spring Training o se reportarán a partir del 1° de abril, cuando hayan terminado las prácticas de Grandes Ligas.
Hablamos de David Rodríguez y Dennis Ortega, Diego Rincones o Breyvic Valera. Incluso el dominicano Eguy Rosario, el mejor de los importados, está invitado en el campo de los Gigantes de San Francisco.
Lo mismo aplica para varios de sus pitchers más efectivos, jóvenes como Manuel Rondón, Carlos Navas, Moisés Antonio Gómez o Melvi Acosta, y algunos de los más usados, aunque de irregular rendimiento, como Mario Sánchez y Adrián Almeida.
Las firmas de los últimos años hicieron que la única franquicia sin títulos en la LVBP llegara a lucir realmente como un contendor. Terminaron diciembre en el primer lugar, por encima de Cardenales de Lara y Navegantes del Magallanes. Tenían marca de 18-13 al empezar enero.
Blanco dirigía con tino, sacando lo mejor de los suyos. Es un estratega agresivo, que mueve bien el pitcheo y gusta del robo de base, que no siente vergüenza para ordenar toques de bola, a pesar de su formación en el nuevo análisis. En buena medida, hizo mucho con poco. Porque esta novena tenía como punto en contra que la gran mayoría de sus peloteros del sistema MLB contaban con poquísima experiencia al más alto nivel competitivo.
Quizás eso explique la debacle, el desplome que vino de golpe. Las siete derrotas seguidas entre el 2 y el 9 de enero lograron lo que parecía improbable en Año Nuevo. Los de Nueva Esparta quedaron fuera.
Eso pasó aunque fueron primeros en anotadas (248), average colectivo (.303), promedio de embasado (.394) y OPS (.822). Su diferencial de carreras prometía mucho más que lo finalmente conseguido. Es difícil de entenderlo, de hecho. Este elenco, según el cálculo de expectativas pitagóricas, solo ha debido ser segundo de Lara. Ha debido cerrar con mejor récord incluso que Caribes de Anzoátegui. Tuvo la mejor relación entre las anotadas y las permitidas, con la excepción de Cardenales. Y sin embargo, no entró a los playoffs.
Por supuesto que pesó un pitcheo colectivo que fue quinto en efectividad, pero sobre todo una defensa que cometió 40 errores y toleró 33 rayitas inmerecidas en 40 cotejos. Y pesó, por sobre todo, la inexperiencia de un grupo que resultó incapaz de concretar cuando sintió la presión de ver tan cerca la Tierra Prometida de la postemporada.
Todo eso sucedió en medio de la gran dificultad de no poder jugar en casa, de verse obligados a mudarse a Valencia para toda la campaña regular.
Sí, Margarita merecía mejor destino. Y sin embargo, podría argumentarse también que no. Porque ese club que casi sorprende en la tabla de posiciones al mismo tiempo sorprendió con sus decisiones antes de empezar la acción.
Los Bravos esperaron hasta último momento para ratificar a Blanco como manager. Literalmente. No hicieron convocatoria a una pretemporada hasta 48 horas antes del Día Inaugural. Practicaron por primera vez el 26 de noviembre, 24 horas antes del encuentro con que les tocaba empezar el calendario. Es como si nunca hubieran querido participar esta temporada, a pesar de haber esquivado con éxito la amenaza de expropiación, gracias a la intervención de la Confederación del Caribe.
Toda la LVBP estaba en ascuas desde julio o agosto, pero los otros siete elencos tomaron previsiones e incluso se movieron con prontitud cuando resultó obligante alistarse en un par de semanas o menos. Los neoespartanos, en cambio, mantuvieron un ruidoso silencio, solo comparable con su decisión de ir al combate sin un circuito radial, es decir, sin un vínculo directo con sus aficionados en la isla, que se vieron obligados a sintonizar las estaciones de sus rivales para seguir los pasos del equipo de sus amores.
Es imposible achacar la eliminación a tales circunstancias. Pero tales circunstancias no dejan de hablar por su cuenta. Cosas como esas quizás no influyeron en la mala racha que les dejó fuera en enero. Pero representan oportunidades perdidas; la de haberse preparado mejor, claro, y sobre todo la de hacer creer a sus partidarios, allá en suelo oriental, que sí es viable el proyecto afincado en Guatamare.
CONSULTA TAMBIÉN:
El presente de Margarita es auspicioso. Lo que acaba de pasar es la prueba de que la gerencia ha hecho un buen trabajo reclutando talento joven.
El porvenir es menos claro, mientras sigue la espera de una primera corona que le dé raigambre en el circuito y afiance el futuro de los Bravos.
Ignacio Serrano
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Le faltaron sus fanáticos blanco buen mánager