EL EMERGENTE. ¿Por qué Bob Abreu va a seguir mejorando su votación para el Salón de la Fama?

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EL EMERGENTE
Por Ignacio Serrano

Bob Abreu está apareciendo con más frecuencia que el año pasado en las papeletas de votación del Salón de la Fama.
Todavía es temprano para afirmar que en este segundo intento sumará más apoyos que hace 12 meses. La muestra que se ha hecho pública es muy pequeña. Pero hay razones para sostener que su caso va a mejorar con el paso del tiempo y que está camino a convertirse, al menos, en un apasionado debate.


Y ojo, que eso no es poca cosa. Allí radica la verdadera fortaleza de su candidatura para Cooperstown.
Abreu seguirá avanzando. Lo de este año es apenas el comienzo. Da igual si ronda ese 20 por ciento que actualmente enseña o que cierre un poco más abajo, como piensa este columnista que sucederá. 
Todo apunta a que va a crecer. Y todo apunta a que será el comienzo de un proceso que quizás, quizás, quizás pudiera tener un final feliz.
¿Y por qué este arrebato de optimismo?, pensará algún lector. ¿Por qué defender que Abreu se convertirá en un candidato al menos llamativo, si no dio 3.000 hits ni sacó 400 jonrones ni empujó más de 1.500 carreras ni robó 500 bases? ¿No luce como obvio que la entronización es imposible para alguien sin membresía en alguno de los clubes más venerados de las estadísticas tradicionales?
Pues bien, ni es imposible ni su caso carece de antecedentes, aunque desde Venezuela se haya visto usualmente con escepticismo y aunque sus propios compatriotas crean, como muchos en efecto creen, que Andrés Galarraga tenía mayor chance que él.
Y sí, Galarraga quedó eliminado en su primer intento, al no alcanzar el mínimo 5 por ciento de las planillas, a fin de mantenerse entre los elegibles.
Este cronista necesita puntualizar algo, antes de proseguir. Esta columna no pretende evaluar si el Comedulce tiene o no los méritos para la inmortalidad beisbolera. Aquí vamos a revisar cómo es el proceso de selección de las nuevas leyendas, desde la óptica del antiguo patrullero.
Los astros exaltados en su primer intento son minoría. Es normal que un pelotero sea postulado y vaya subiendo progresivamente, hasta conseguir la placa de bronce. 
Esto tiene varios motivos. 
Hay un grupo de votantes, por ejemplo, que solo escribe el nombre de los indiscutibles cuando éstos aparecen por primera vez en las boletas. A los que tienen grandes méritos, pero sin parecer indiscutibles, los dejan para una segunda, tercera o cuarta ocasión, como una forma de rendir tributo adicional a aquellos indiscutibles, que son los únicos que pueden gozar del privilegio de una inmediata entronización.
Otro ejemplo: algunos ex jugadores se convierten en caso de debate, encuentran a algún gran nombre que les defienda en los medios de comunicación y consiguen ir subiendo por ello su popularidad entre los periodistas, que son, a fin de cuentas, quienes tienen el derecho de seleccionar a los miembros del pabellón.
Luis Aparicio cumple con ambos preceptos. Los electores le veían con buenos ojos, pero tuvo otros competidores indiscutibles en sus primeros cinco chances. 
Así fue la progresión de Aparicio:
  • 27,8 en 1979
  • 32,2 en 1980
  • 36,9 en 1981
  • 41,9 en 1982
  • 67,4 en 1983
  • 84,6 en 1984
Como se ve, durante un buen tiempo dos de cada tres votantes o más parecían no considerar válido el caso del zuliano. Entonces, ¿por qué fue inmortalizado? Pues por las dos cosas que apuntamos arriba: porque algunos planificaron apoyarlo más adelante y porque algunos más cambiaron de opinión al leer y escuchar los argumentos de sus más acérrimos defensores.
Ser parte de un debate es lo mejor que puede pasarle a un elegible. Al crear una polémica, puede aprovecharse de la argumentación a favor y en contra que esta genera.
Veamos el caso de David Concepción, que para muchos de nosotros merecía estar en el Salón de la Fama. Su currículo fue lo suficientemente sólido como para mantenerse entre los nominados durante 15 años (actualmente el máximo es 10). Significa que en verdad era visto como una figura importante. No muchos logran eso. Pero nunca dio el siguiente paso, el decisivo, porque jamás pasó de 17 por ciento. La suya fue casi una línea continua entre 10 y 15 por ciento.
No hubo debate con Concepción. A diferencia de Aparicio, a quien poco a poco defendieron más y más periodistas de renombre y antiguos peloteros de fuste, a diferencia de Omar Vizquel, que ha creado bandos y diatribas respecto a su verdadero aporte defensivo y ofensivo, el Rey David languideció durante tres lustros. No hubo pasiones con él, lo cual es descorazonador. Johnny Bench y el mismísimo Ozzie Smith no dejan de repetir que fue una injusticia. Pero no entró.


André Dawson consiguió su sitio en Cooperstown al noveno intento. Jim Rice lo hizo en el décimo quinto, que ya era el final. Con ellos también se dio el debate, no parecían tener los números y al final sus más entusiastas voceros lograron convencer a la mayoría.
Nadie discute si Aparicio, Dawson o Rice son «menos inmortales» que Mariano Rivera, Derek Jeter o Ken Griffey Jr. Una vez adentro, todos se igualan en grandeza, ¿se han fijado? Por eso Juan Vené asegura que, si Vizquel llega a entrar, aplaudirá su ingreso, del mismo modo que hoy aplaude a Barry Larkin, a pesar de haber adversado al ex torpedero de los Rojos, también.
¿Podrá Abreu ser sujeto de una discusión semejante? ¿Acaso sus estadísticas no están un escalón más abajo que las que dejaron Dawson y Rice?
La respuesta a la primera pregunta es sí. Y tiene mucho que ver con la respuesta al segundo interrogante.

Al final, esos venezolanos que han sido tan reacios al nuevo análisis y la sabermetría terminarán agradecidos con la tendencia iniciada formalmente en 1971, con la creación de la Sociedad para la Investigación del Beisbol Americano, o SABR, por sus siglas en inglés. 
Abreu no está solo. Esa es la clave. A poco de haberse retirado, el «padre fundador» de la analítica, Bill James, planteó que su caso era digno del Salón de la Fama. Aprovechamos su expresión de apoyo para dedicar una columna que vaticinaba lo que vendría (la puedes leer haciendo click aquí). Y se ha ido cumpliendo exactamente como amenazaba con cumplirse.
El Comedulce está hoy en el teclado y en las ideas de algunos de los principales analistas de este tiempo. Algunos con menos nombradía, como David Laurila, del importantísimo sitio Fangraphs, no tienen duda alguna sobre sus merecimientos. Otros ya legendarios, como Sean Forman, presidente de Baseball Reference, o Jay Jaffe, admiten como una posibilidad terminar de darle el voto.


Esto se debe a las idas y venidas que ha generado el intercambio de argumentos. A mayor discusión, más posibilidades de que se conozca lo bueno, aunque también las carencias.
En el caso de Abreu son muy manidas las carencias, pero hay mucho oro escondido detrás de sus registros. Ya dice mucho el solo hecho de que sea, junto a Barry Bonds, el único otro bateador con al menos 1.000 anotadas, 1.000 empujadas, 1.000 bases por bolas, 2.000 hits, 250 jonrones, 500 dobles y 400 robos. Y sí, esto era un motivo de orgullo para sus compatriotas, pero no era visto en su propia tierra como la verdadera prueba de su prominencia. Un buen jugador de muchas maneras, pero sin tocar la excelencia en alguna, decían.
Allí es donde entra el nuevo análisis y su obsesión por encontrar el verdadero aporte de cada jugador. Allí es donde asoma en plenitud la importancia de haber sido bueno en muchas cosas, aunque en ninguna (salvo la disciplina en el home) descollara al máximo.
Antonio José Torres tiene mucho tiempo exponiendo esos argumentos en castellano, a través de su cuenta en Twitter. Son las mismas pruebas que la comunidad sabermétrica ha empezado a atender, para alegría de James.
Aquí hay algunos ejemplos:

Pisemos tierra por un momento: la inmortalidad de Abreu está lejos de ser segura. El proceso apenas empieza para él, pero está ganando importantes defensores en una comunidad que poco a poco conquista las Grandes Ligas (ya es absoluta mayoría entre los periodistas activos, muy pocos de los cuales ven ya la analítica como un asunto de buenos y malos, pero entre los votantes de la Asociación de Cronistas hay una importante cantidad de periodistas retirados, que forman parte, mayormente, de la vieja escuela).
Hay antecedentes, además. Se suponía que Tim Raines, Edgar Martínez y Larry Walker no entrarían, porque carecían de números espectaculares. Sin embargo, sus casos fueron tomados como propios por la sabermetría, ocurrió el debate, incrementaron sus totales y finalmente fueron instalados en el pabellón.


¿Tiene méritos, Abreu? Este columnista ha sostenido que sí, desde el momento en que el nativo de Turmero anunció su retiro. Pero eso no importa en esta columna.
¿Logrará ser exaltado? Vaticinarlo tampoco es la meta de estas líneas. No es auspicioso empezar con solo 5 por ciento, aunque Walker, no se olvide, inició su camino con apenas 10.
Lo que sí parece seguro es que Abreu está en ruta a convertirse en tema de discusión y sujeto de debate. Ese proceso ya empezó, de hecho, y va a ganar fuerza conforme pueda ir subiendo el número de apoyos. Una cosa llamará a la otra, y viceversa, como un círculo virtuoso.
Es imposible asegurar que eso terminará con una votación de 75 por ciento, antes de agotarse su tiempo de elegibilidad. Pero créanlo: va a ser emocionante seguir la evolución de los votantes respecto al Comedulce.
Ignacio Serrano

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Ignacio Serrano
Ignacio Serranohttps://elemergente.com/
Soy periodista y actor. Escribo sobre beisbol desde 1985. Dirijo ElEmergente.com. Soy comentarista en el circuito radial del Cardenales de Lara y en Televen, tanto en las transmisiones de la LVBP como en la MLB. Premios Antonio Arráiz, Otero Vizcarrondo y Nacional de Periodismo.

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