único venezolano con una placa de bronce en Cooperstown, llega este miércoles a 86
años de edad y uno de los periodistas deportivos más reconocidos del país le
dedica un verdadero ensayo, una crónica que es análisis y es recuerdo. Tiene de
sobra con qué hacerlo, pues además de seguir muy de cerca su carrera, comparten
amistad desde la llegada del ídolo a Barquisimeto
en la calle Guayaquil de Maracaibo. Vestíamos imaginariamente con la
indumentaria de los Medias Blancas para simular una jugada en el fondo del abanico,
ensayar en la tierra de un solar inmenso algún robo de base, o estampar un
toque de bola en un recodo del barrio que nos albergaba.
Luisito intentó ser portero. Le propinaron, cuentan, una patada en la espinilla
y hasta allí llegó la breve incursión. No supimos, ni sabremos, el nombre de
aquel infractor. Se lo agradecemos de todas maneras.
hizo que el frustrado imberbe buscara otros horizontes. El apellido Montiel de
Doña Herminia, una vena de los guajiros zulianos, se le fue a la cabeza al
chamo que de vez en cuando hacía mandados dándole a piso y paredes con una
pelota de goma.
como campocorto en el profesional venezolano, Luisito caminaba por la
senda que el destino le guardaba. En su mente acogía la orden profética de su
protector y guía.
ser pelotero”, le habría ordenado aquel flaco de guante mágico que desvelaba a
los pastoreños y alentaba a los gavilaneros, por años y décadas. Rivales
irreconciliables en el viejo estadio “Alejandro Borges”. Eran una suerte de
caraquistas y magallaneros zulianos.
Aparicio Montiel estuvo en una hilera interminable de clubes de liga menor. Uno
de los mejores fue el Valdespino capitalino, por allá en 1949, cuando el junior
solo tenía 15 años de edad. También fue ficha del Policía de Caracas y el
Gavilanes B, especie de sucursal menor del conjunto estelar.
mediados del siglo pasado. A Don Antonio Herrera Gutiérrez, el querido,
celebrado y nunca olvidado mentor de Cardenales, no se le trababa la mano en el
bolsillo cuando de contratar figuras se trataba.
para Carora. Tratando de justificar un sueldo que Luisito no andaba buscando,
le dio el cargo de boticario en una de las tantas farmacias que ayudaban al
sostén de sus pájaros rojos. Era un simple formalismo.
ha sido para curarnos nuestros pesares, los males del ánimo y el alma con sus
fabulosas jugadas. En Cardenales de Carora bateó de 32-11 (.365) y fue líder en
anotadas y robos.
llegar a Caracas aprovechando una colita en la camioneta del diario Panorama.
junto con Alfonso Bracho, se erigía como uno de los reputados torpederos
de la época.
Estuvo en el jardín izquierdo. Igual resultó el mejor estafador, anotador y
defensor de la competencia.
A los 19 años de edad el mozo gavilanero estaba listo para
el salto crucial. Prepararon la ceremonia de entrega del guante y el bate para
el 17 de noviembre de 1953.
ansioso, quería hacer el transporte de su guante maravilloso al hijo en
desarrollo.
con la fecha. Se desparramó uno de esos chaparrones enormes que ocurren en
Maracaibo.
divinos nadie se opone. Fue entonces el domingo 18 la despedida de uno y la
llegada de otro.
del creador, eran las mismas. Se transmitían por la infalible genética.
«El Grande» se apartó del plato. Llamó a su hijo y le entregó el bate
para que completara el turno.
Hasta Doña Adelina Ortega de Aparicio, la abuela de 88 años de edad, estaba en
el abarrotado parque.
expectativas. Dalmiro Finol decía que uno era la sombra del otro.
esa fecha por el Pastora, 7-4. Una referencia histórica acota que en 1945, en
Venezuela, Jackie Robinson y Roy Campanella se quitaron la gorra para rendirle
honores al viejo Aparicio Ortega.
trayectoria que obliga a utilizar el poder de síntesis.
tenerlo abajo era una pérdida de tiempo. Dos años en las granjas y de una buena
vez el compromiso serio de hacerlo debutar en las Mayores en 1956. Con el
Waterloo A no se robó ni una base. Pero sí en el Memphis Doble A, donde estafó 48.
se estrenara en Grandes Ligas el 17 de abril de 1956 al frente de Alfonso
Carrasquel, uno de sus mentores y consejeros, en la grama corta de Cleveland.
lo instruyó debidamente para soportar los duros avatares de los inicios en la
profesión en un país extraño, complicado.
Miñoso y Larry Doby, entre otros. En una emotiva carta a su madre
Herminia, el junior escribió al final: “dile a papá que mi deuda con él está
cancelada”.
creciente rey de la grama corta comenzó a rotular estadísticas envidiables.
50 escamoteos en tres oportunidades, camino de los 506 que atrapó en su
esplendente trayectoria.
Fueron 10 torneos en dos épocas los que vistió la franela de
los patiblancos, su divisa más querida de Grandes Ligas, en el Comiskey Park.
procreando cinco hijos, ha sido el extrabase de mayor alcance del maracucho.
Una combinación maestra.
quedaron prendados para siempre.
Gillette de Buck Canel, Musiú Lacavalerie y Felo Ramírez, para degustar la
Serie Mundial de 1959, la primera para un venezolano.
beisbol. Luis y Nellie Fox empujaron a Chicago hasta el gallardete de la
Americana.
segundo detrás de su carnal Nellie en la votación de más valioso, algo inédito
para una combinación short-segunda.
ciudad de los vientos perdió en seis juegos contra los Dodgers del naciente
Sandy Koufax.
los Orioles, junto a los Robinson (Frank y Brooks), Dave Johnson y Boog
Powell.
que reunía entre otros talentos a Sandy Koufax en su esplendor, y Don
Drysdale, más tarde huéspedes contemporáneos en Cooperstown.
a cargo de Jim Palmer y Wally Bunker. Se cumplía pues el sueño de verse
engalanado con un anillo de campeón. Y en una resolución de cuatro careos.
39 años, para nada estaba acabado. Boston lo dejó libre pese a batear .271 en
499 turnos y llovieron las ofertas.
llamaron a casa. Detrás quedaron 2.599 juegos, 11.230 turnos, 2.677 hits, 8.016
asistencias, 1.533 doble plays, entre otros caracteres estadísticos del junior
zuliano.
habilidad, certeza, aplomo, oportunismo, elegancia, atrapadas de ensueño no se
insertan en los box score. Eso lo tenemos acuñado en la memoria.
INFANCIA. Este cronista era jefe de deportes del centenario y pugnaz diario
El Impulso, cuando Luis Aparicio bajó del avión para encargarse de Cardenales
de Lara.
acceso a las riendas de los alados parecía una especie de pago postrero que
hacía a Toñon Herrera, desaparecido en la tragedia aérea de tres años atrás en
Grano de Oro.
tuvimos nosotros al recibir los destellos finales de su clase fildeadora.
Vizquel, Guillén y demás connotados ases de la posición, el junior se
aproximaba al adiós con la enseña guara, uno de los uniformes que ha vestido
con más orgullo y cariño.
Zulia. Había sido león (54-55), tiburón, cardenal y aguilucho.
Central y el resto en la Occidental. Su arrojo, jerarquía y liderazgo siempre
impusieron su férreo carácter, amante de la disciplina, mano de hierro en la
dirección de campo, responsabilidad suprema en los actos de la vida. Son
elementos indispensables en los triunfadores.
average de .415 en una campaña. La decisión de jugar desde el principio, aún
con sus vibrantes números en Grandes Ligas y ya declarado como el mejor
shortstop del planeta.
ganador hasta de tres campeonatos en menos de una década.
Me parece escuchar a Delio Amado León narrando el jonrón con tres en bases de
Aparicio en la Serie Interamericana de 1961.
OLVIDAN. Sí, lo vi, con el uniforme color ladrillo de Cardenales. Aún en el
parque barquisimetano uno puede buscar en las ráfagas de los recuerdos para
añorar sus lances en el hueco, las jugadas hacia adelante, el fildeo con la
mano descubierta, algo que Omar Vizquel perfeccionó con su elegancia sin par; el disparo preciso, el salto atlético en el doble play, el tiempo medido para
la estafa, el toque acucioso para sacrificarse, el bateo detrás del corredor.
Bueno, son tantas las cosas que uno vio y vivió.
faltan, llevaron a Luis hasta Barquisimeto. Vino, vio y se quedó.
recibimos con la música hermosa que prodigan nuestros artistas inmensos.
Cariñosamente les decimos barquisimetidos. Esta es su segunda patria chica.
Cooperstown, uno de los episodios de mayor trascendencia en la historia
deportiva nacional.
conocemos, el Himno Nacional fue entonado en medio de un partido de extrainning que se jugaba en Caracas.
mientras Delio Amado León suministraba la buena nueva tan aguardada con la solemnidad
de su voz grave, y Carlitos González, compañero de transmisiones de Luis ese
año en RCTV, decía con su jocosidad de siempre en la autopista regional del
centro que tenía de chofer a un huésped del nicho que recibe a los inmortales.
encumbra por encima de tantos atletas de relieve, Luis cumple 86 años y con su
timidez y recato de siempre apaga velas en la intimidad.
dignidad el peso de la fama, a veces irresistible y peligroso.
ilustre y estimado amigo.