El Emergente

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El Museo del Beisbol Zuliano

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Ignacio Serrano
Fotos Prensa Aguilas del Zulia

Varias deudas empezaron saldarse en este Día de La Chinita,
en el estadio Luis Aparicio “El Grande de Maracaibo”.

El Zulia, una de las tierras de más profundo arraigo
beisbolero en Venezuela, a la que debemos dos títulos del Caribe, decenas de
grandeligas y una parte fundamental del equipo inolvidable que en 1941 nos legó
el amor por el beisbol, tiene ya su Museo y Salón de la Fama, una iniciativa
que entusiasma y que acaba de abrir sus puertas en la casa de las Águilas.
Es un proyecto emocionante, que debemos al aporte conjunto
de los rapaces y la Gobernación regional, que trabajaron en el diseño,
financiamiento y construcción del muy bienvenido templo.
Llama la atención que no llegara antes. Zulianos son algunos
de los equipos fundacionales del pasatiempo nacional, zuliana fue una de las
mayores rivalidades que haya conocido el país, entre Gavilanes y Pastora, y
zuliano pudo ser el origen de los diamantes nacionales, de ser cierto lo que
sostuvo Luis Verde.
Todo eso pasaba por la mente de Giamberto Urdaneta cuando convenció
a Luis Rodolfo Machado, presidente de los aguiluchos, que ese pequeño depósito
sin uso en el parque marabino podía ser la sede de aquella idea por la que había
abogado.
Urdaneta es un coleccionista, amante de la pelota y
aficionado del club que en 1969 devolvió el beisbol profesional al lar de donde
nunca debió irse. También es el director del Museo y el responsable principal,
junto a Leonel Perdomo, administrador de la muestra, de que hoy sea posible este
viaje en el tiempo.
No existe otra iniciativa así en Venezuela, lo que
sorprende, porque somos el segundo mayor exportador de talento extranjero a las
Grandes Ligas.
Está el Museo de Valencia, por supuesto, pero ese proyecto abarca
todo nuestro beisbol. Esta el Paseo de la Fama del Magallanes, pero ese
únicamente consagra la historia de los turcos.
Este pabellón es el primero que recoge los anales de la
pelota en una región, algo que podría replicarse en el Oriente, en Aragua y
Carabobo, en Lara, Caracas y Guayana.

Quien lo visite encontrará uniformes, implementos de juego,
objetos firmados y fotografías, trofeos obtenidos por las Águilas, la historia
de los diamantes en la zona y el recorrido de las divisas notables.

El paseo se hace sobre grama artificial, alrededor de una
serie de camerinos en los que se rotarán exposiciones dedicadas a peloteros
zulianos y algunos invitados de otros estados, porque no quieren dejar por
fuera a las más grandes estrellas del espectáculo local.

Un restaurante a un lado forma parte del proyecto. Al igual
que la exposición, estará abierto todo el año.
La habitación donde queda el Salón de la Fama está, por
ahora, vacía de héroes. Sobran las figuras y las hazañas por exaltar, pero
faltan aún el estatuto de votación y el comité de electores para empezar a
pagar la deuda con esa historia que se apellida Aparicio, Bracho o Romero
Petit.
Una de esas cuentas por pagar es, precisamente, la que se
salda con el personaje que da la bienvenida a los visitantes. El único
venezolano con lugar propio en Coperstown no tenía todavía una estatua en su
ciudad natal. Ahora la tiene. Es el propio Luis Aparicio Montiel quien recibe a
los aficionados que a partir de ahora tienen donde abrevar su curiosidad por
los orígenes y su amor por el beisbol.
Columna publicada por El Nacional, el domingo 19 de noviembre de 2017. 

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