Juan Vené: “El beisbol me costó dos matrimonios”

Fecha:

El
legendario periodista caraqueño habla desde su novísimo nicho en el Salón de la
Fama del Beisbol en Venezuela. Asegura que nació periodista, aunque ama el
teatro, su primera y muy querida profesión

Por Ignacio Serrano


Hubo un
tiempo en que Juan Vené no era Juan Vené, sino José Machado. Todavía lo es en
su cédula de identidad, en realidad, aunque pocos lo saben. Sí saben, en
cambio, de su trayectoria larga y nutrida, que acaba de darle un lugar en el
Salón de la Fama del Beisbol en Venezuela.

Célebre
desde sus tiempos como “El periodista viajero”, nunca dejó de ir al estadio
anhelando ver un extrainning. Es un enamorado del reporterismo y del beisbol.
-¿Cuándo nació su deseo de ser periodista?
-Yo nací
reportero. En primaria estudie interno, y las cartas que le escribía a mamá y
papá eran verdaderos reportajes, contándoles todo lo que hacía en el colegio. Luego,
en secundaria, cuando necesité trabajar para colaborar con la casa y para mis
gastos, empecé a escribir para una revista de toros de México. Todas las
semanas tenía que mandar algo, y en Venezuela había novilladas cada domingo. Tenía
15 años de edad.

-Y no paró desde entonces.
-Terminada la
secundaria, escribir no estaba en mis planes. Entré a una compañía teatral y
hacía un personaje de comedia, llamado Juan Vené. Juan por Juan Bimba, Vené por
Venezuela. Era un llanerito, con sombrero de cogollo, franela blanca y
alpargatas. Recorrimos muchos lugares. Nos presentamos en los cines, durante
los intermedios, y en estaciones de radio. Estando en Maracaibo, el grupo se
disolvió y me quedé allá, sin dinero. Entonces, llegaron unos caraqueños a la
pensión donde me estaba alojando. Iban a fundar La
Noticia
Gráfica.
Era 1947. Entre ellos estaban Raúl Hernández, Carlos Flores, José Sardá.
Terminamos siendo amigos y un día me vi como reportero del diario. Y hasta hoy.
-¿Qué cosa disfrutaba más de su vida en el
teatro?
-Me
encantaba la aventura. Ir pueblo por pueblo, de Caracas a Bogotá. Bailar
joropo, recitar. Era muy divertido. Y pagaban por eso.
-¿Y cómo fue que ese personaje trascendió al
periodismo?
-Seguí
siendo Juan Vené por inercia. Como me llamaban así, así seguí firmando. Además,
era más comercial que José Machado Yanes.
-Al final, usted siempre mantuvo esa
vinculación con el espectáculo.
-Y escribí
mucho tiempo de farándula. Mi columna se llamaba El otro canal. Organicé el Guaicaipuro de Oro por muchos años.
-¿Qué disfruta más? ¿La tragedia o la comedia?
-La
comedia, por supuesto. Siempre elijo comedia. Mi autor favorito es Enrique
Jardiel Poncela. Y Aquiles Nazoa, Andres Eloy Blanco. Me gusta el humorismo
fino.
-¿Llegó a sentir esas mariposas en el estómago,
antes de presentarse?
-Voy a
cumplir 86 años de edad en enero. He dado mi charla La historia del beisbol más de 100 veces y siempre siento las mariposas
en el estómago. Son tus aliadas.
-¿Echa de menos aquella etapa de su vida?
-Lo echo de
menos y siento envidia sana de todo lo que se podía hacer en el escenario,
sobre todo el humorismo. Pero es imposible realizar simultáneamente dos
carreras tan difíciles. Creo que nací más reportero que actor cómico. Y he sido
feliz. Esta es una profesión de pocos ingresos y muchas satisfacciones, que
volvería a vivir.
-Usted se labró gran fama. ¿Le tocó también
lidiar con la parte incómoda de la profesión? ¿Algún pelotero le trató
groseramente?
-La mayoría
de las veces, mi relación con los peloteros ha sido extraordinaria. Pero Cecilio
Guante casi me mata una vez, si no es por la intervención de Álvaro Espinoza.
Él estaba con los Yanquis. El manager Lou Piniella lo mandó a calentar y él le
dijo al coach que tenía un uñero, que no podía. Piniella me lo contó y lo
publiqué, diciendo que Guante probablemente no conocía la historia de Lou Gehrig
y Wally Pipp. Le molestó. Quería golpearme. Y medía como medio metro más que yo.
Ha habido otros peloteros antipáticos, claro. Por supuesto que Barry Bonds. Y Rod
Carew, después de que jugó en Venezuela, no sé por qué cogió odio contra los periodistas
de habla hispana.
-¿Qué ha sido lo mejor de su carrera?
-Las
atenciones que siempre recibí como reportero mientras vivía en Nueva York,
tanto de los Yanquis como de los Mets. Tenían una noticia y me buscaban. Me
llamaban para decirme: “Estamos haciendo una negociación muy importante” y me
contaban. Siempre tuvieron grandes atenciones profesionales para mí.
-¿Por qué nunca hizo carrera en la pelota
venezolana? ¿Era por tomarse unas vacaciones, después de las Grandes Ligas?
-Trabajé dos
años con los Tigres, con Foción Serrano, y uno con los Cardenales. Me hubiera
gustado seguir, pero ningún otro equipo me ofreció. Yo lo insinuaba, pero
parecía que yo no tenía buen cartel. Aunque años después estuve 10 años en
Barquisimeto, haciendo el programa Playball.
-¿Cuál es el episodio más curioso, insólito,
que ha vivido en el periodismo?
-No sé si fue
insólito, pero cuando existía Sport
Grafico
, yo hacía mis fotos y firmaba: “Con la cámara y el texto de Juan Vené”.
Un día, entré al clubhouse de los Yanquis y fui a hacerle una foto a Mickey Mantle.
Estaba todo vendado, porque padecía de ostiomelitis. Parecía una momia. Me
detuvo y me dijo que él prefería no ser retratado así, aunque iba a colaborar
conmigo. Me quedé en el clubhouse y se me olvidó Mantle. De pronto, oigo a
alguien diciendo: “Venezuela, Venezuela”. Era Mantle, llamándome para que le
hiciera las fotos. Ese día, le hice un rollo entero.
-¿Puede elegir a un pelotero favorito, entre
tantos?
-Uno que no
vi jugar: Babe Ruth, Él cambió el beisbol. Entre mis contemporáneos, Luis
Aparicio. Y últimamente, alguien que va a ser inolvidable: Derek Jeter. Aunque
también tendría que mencionar a César Tovar y a otro que sin grandes condiciones
fue uno de los más grandes: Pete Rose.
-¿Y alguna nota favorita?
-Creo que mis
mejores trabajos han sido los finales de series mundiales: los ambientes de los
clubhouses, lo que se vivía después. Una vez, en Filadelfia, vi a dos
jovencitos desnudarse frente al estadio. Mis trabajos favoritos eran esos,
cuando el beisbol deja de ser beisbol y se convierte en una fiesta, una euforia.
-Muchos quisieran vivir una carrera como la
suya. ¿Cuánto le costó lograrla?
-Me costó perder
dos matrimonios. Dos extraordinarias mujeres y madres, señoras de su hogar,
pero que necesitaban un marido que saliera a las 8:00 de la mañana y llegara a
las 12 del mediodía, con el aguacate para el almuerzo, que regresara luego a
las 5:00 de la tarde y al día siguiente otra vez llegara con el aguacate. Y
para mí, ningún día ha sido igual. Eso lo sabe bien Barbarita, mi esposa. En las
noches, estaba en el estadio. Si pasaba algo, me iba para allá. Cuando cayó Rojas
Pinilla me fui a Bogotá. Varias veces hice cosas así. Llamaba a Miguel Ángel Capriles,
para decirle: “Estoy en tal sitio, mándame dólares. Esa vez, llegué a Bogotá en
un avión de carga. Igual pasó cuando cayó Batista en Cuba; yo salía de una
discoteca, porque era Año Nuevo, prendí el radio, escuché la noticia, y en vez
de seguir a casa, me fui a Maiquetía. Llegué a La Habana en el primer avión que
aterrizó tras la caída de Batista. Llegué antes que Fidel, sin dinero, sin
nada. En Cubana de Aviación dejé mi reloj como garantía y me dieron 100
dólares. Con eso, pagué el taxi y llamé a Miguel Ángel Capriles, A las 24 horas,
tenía dinero suficiente para todo.
-¿Cómo terminó siendo periodista de beisbol?
-Mi sueño
era escribir de beisbol. No de deportes, sino de beisbol. Me gustan los toros,
veo el boxeo, pero quería escribir de beisbol. Después de cubrir la Serie
Mundial de 1960, fui reduciendo todo para dedicarme al beisbol en exclusiva.
-¿Fue entonces cuando se mudó a Nueva York?
-Pasé 41
años en Nueva York y llevo tres en Florida, pero no agarré una maleta y me
vine. Fue un proceso. Al principio, transmitía 15 juegos y regresaba a Venezuela.
Ya al tercero o cuarto año, transmitía todos los juegos, más de 200, incluyendo
20 de los entrenamientos, el Juego de Estrellas y la Serie Mundial. El Negro Prieto,
mi amigo, me dijo que regresaría con las tablas en la cabeza. “Pablo Morales y yo
lo intentamos y fracasamos”. Pero yo reduje muchísimo los costos. Tuve que
hacer yo mismo de operador, cargar los aparatos. Mi maestro y amigo Buck Canel
nunca me cobró mucho. Todo eso me ayudó. Y después, se impuso el trabajo.
-¿Cómo llegó a ser la imagen del programa Lo mejor de la Semana?
-Me
llamaron porque estaban obligándolos a hacer un casting. Fui y gané. Monte
Irving estaba metido en eso y me dijo que se debió a que yo podía también con
los libretos. Era una versión castellana, con un guion nuevo. Inventé decir los
titulares en verso y después empezaron a hacerlo en inglés, también.
-¿Qué le dicen los lectores de su columna? ¿Se
comunican con usted?
-Me
escriben muchos. Algunas personas lo hacen indignadas, en términos muy
ofensivos. Pero le doy gracias a Dios por que exista esta posibilidad de
comunicarnos, pues así sé cómo está el ambiente y qué opinan mis lectores.
-¿No ha pagado un precio por decir las cosas
como las dice?
-Cuando Fernando
Valenzuela fue candidato al Salón de la Fama, muchos me escribieron y respondí
que en mi consideración él no tenía los méritos, que no iba a entrar. Al día
siguiente, me despidieron del Norte de Monterrey,
donde escribía. Al final, Valenzuela no sacó el cinco por ciento de los votos.
-¿De veras tampoco votará por Omar Vizquel
cuando sea elegible?
-Si Vizquel
es elegido, lo voy a apoyar, porque nuestra organización es democrática y es lo
correcto. Ahora, lo de Vizquel fue una cosa casual, no sé si afortunada o
desafortunada. En su programa, Ramón Corro me preguntó si Vizquel merecía ser
parte del Salón de la Fama y dije que yo no le daría mi voto.
-¿Por qué? Si fue un grande…
-Vizquel no
fue el mejor shortstop de su época. Lo fueron Cal Ripken, Nomar Garciaparra,
Miguel Tejada, Derek Jeter, no él. Fue un campocorto muy bueno, pero nunca fue
el líder de un equipo. Cogía las pelotas y tiraba bien a primera, pero como
bateador fue mediocre. Tenía ciertas habilidades, pero no era un chocador
notable ni tenía poder. Corría bien las bases, pero no era Lou Brock. Fue un
buen pelotero, pero no uno extraordinario, y el Salon de la Fama es para los extraordinarios.
No voté por Barry Larkin, pero lo apoyo. Tampoco voté por Willie Stargell,
aunque apoyo que lo hayan elegido. Paradójicamente, siempre he tenido buenas
relaciones con Vizquel. Siempre.
-Pero sí votó por Concepción.
-Concepción
sí fue un líder. Era el que manejaba el infield de los Rojos. Eso se ve en los
videos de la Serie Mundial. Y fue tremendo bateador. Un shortstop único en su
época. El otro era Larry Bowa y no era tan bueno como él. Contra Concepción
conspiró que siempre compitió con figuras rimbombantes en sus 15 años de
elegibilidad. Pero lo van a elegir por el Comité de Veteranos.
-¿Por qué tiene fama de ser antipático?
-Nunca
traté de ser simpático ni antipático. He tratado de ser sincero y de decir lo
que quiero decir. No soy un politiquero. Pero existe la envidia. Estoy seguro de
que muchos habrían querido estar los años que yo estuve en el Yankee Stadium y
el Shea Stadium. La envidia es natural y se expresa así.
-¿Cuál, entre todos sus libros, es el que más
le enorgullece?
Las mejores anécdotas del beisbol es un
libro pequeño y muy honesto, el que más me satisface. 5.000 años de beisbol es un libro monumental, escrito con el corazón,
pero tuvo varios problemas. Me quitaron la línea del tiempo, donde se decía lo
que sucedía en el mundo en cada fecha, y pusieron como correctora a una
española que cambió la redacción y los términos en ingles. Por ejemplo, a Jim
Thorpe le pusieron Torpe. Tuve que escribirlo de nuevo. Salió muy bueno, pero
no es lo que soñé. Me gustan los dos tomos de La Serie Mundial hasta 2005, porque termina con el primer manager
venezolano campeón, Oswaldo Guillén, y porque tuve mucho espacio para contar anécdotas.
-¿Alguna vez se imaginó siendo parte de nuestro
Salón de la Fama?
-El Salón
de la Fama de Valencia tiene sólo 12 años. Tal vez por eso nunca lo pensé. Tampoco
lo conocía, lo admito. He estado poco en Venezuela los últimos años. Pero es
una maravilla. Por eso, decidí donarles toda mi videoteca, mi audioteca y mi biblioteca.
-¿Cuál es el equipo de sus amores? El de su
infancia, el que aplaudió.
-Nunca he
sido fanático. Me gustaba el Vargas, siendo niño, y pagaba un bolívar por
entrar a los bleachers. Pero más que el Vargas, creo que me gustaba el equipo por
los colores: las medias y gorras rojas. En realidad, nunca lloré porque un
equipo perdiera ni festejé porque ganara. Siempre fui al estadio deseando que hubiera
extrainning, incluso como reportero. Siempre he querido ver más beisbol.

Publicado en una versión más corta en El Nacional, y en versión completa por El-Nacional.com, el lunes 3 de noviembre de 2014.
Ignacio Serrano
Ignacio Serranohttps://elemergente.com/
Soy periodista y actor, y escribo sobre beisbol desde 1985. Durante 33 años fui pasante, reportero y columnista en El Nacional, ESPN y MLB.com, y ahora dirijo ElEmergente.com. También soy comentarista en el circuito radial de Cardenales de Lara y Televen. Premios Antonio Arráiz, Otero Vizcarrondo y Nacional de Periodismo.

2 COMENTARIOS

  1. Muy buena entrevista Nacho. Definitivamente un personaje con el cual crecimos viendo y escuchando como si viniera de algun lugar lejano por su forma tan peculiar y original de narrar y contar historias propias de miticas leyendas que al final eran el mas purisimo Beisbol. Saludos y que sigan los fines de semana de rumorama.com

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