Gracias, Jackie

Fecha:

Jackie Robinson, las Ligas Negras y una era que
no se debe olvidar. Rescato este artículo que publiqué hace un año, en homenaje al inmortal de las luchas civiles y del beisbol



Una imagen sorprendente
aparece apenas uno entra al Museo de las Ligas Negras, en Kansas City.
Detrás de
una cerca de alambre gris, puede verse un diamante de beisbol, y en el
diamante, las figuras en bronce, tamaño natural, de las principales estrellas
que animaron aquellos circuitos, antes de que Jackie Robinson, Branch Rickey y
los Dodgers de Brooklyn ayudaran decisivamente a derribar la barrera racial.
“Sólo
podrán entrar al diamante al final del recorrido”, nos advirtió Bob Kendrick,
por entonces director de Mercadeo del pabellón. “Para pisar el campo, es
necesario primero conocer la historia”.
El Museo de
las Ligas Negras es un pequeño, conmovedor y entrañable lugar, ubicado en la
ciudad donde jugó una de las principales divisas de aquel beisbol, ya
desaparecido: los Monarcas.
He allí uno
de los efectos, uno de los menos dramáticos efectos, de la influencia de
Robinson en el deporte de Estados Unidos. Los Reales de Kansas City tomaron ese
nombre al nacer, en 1969, como tributo a la escuadra por la que pasó Satchell
Paige y de la que el propio Robinson fue shortstop, en 1945.

Un pasillo
conduce hacia el interior del museo. Durante algunos metros, hay que caminar
por él, con el diamante en escala a la izquierda y una gigantografía a la
derecha.
La enorme
fotografía complementa la congelada escena en bronce, en la que Paige se
dispone a lanzarle al no menos grande Josh Gibson, el “Babe Ruth negro”, o
como lo asegurara el propio Ruth, “el mejor bateador que haya existido”.

La
gigantografía es una foto real. El camarógrafo la tomó viendo desde la raya de
fair hacia la tribuna. Decenas de personas están sentadas, hombres y mujeres,
viendo un encuentro. Ahora miran los bronces.
“Es la
fotografía de una tribuna en algún parque de las ligas negras”, explicó
Kendrick. “¿Ya notaron el detalle?”.
Sí, lo
notamos. Era evidente. No sólo había hombres y mujeres. También había negros y
blancos.
“En las
tribunas no había barrera racial”, sonrió Kendrick, con un guiño.
Al menos
dos venezolanos jugaron en las Ligas Negras. Carlos “Terremoto” Ascanio,
inicialista de los Yanquis Negros de Nueva York, en 1946, y Vidal López, que
entre 1923 y 1929 vio acción en por lo menos 11 juegos como lanzador de las
Estrellas Cubanas del Este, un equipo nómada, que iba de ciudad en ciudad y de
pueblo en pueblo, disputando encuentros y pagando a sus peloteros con lo que
recogían a través de la boletería.
Aquellas
primeras décadas de las Ligas Negras fueron las más difíciles. A la frustración
de no poder participar en la gran carpa, por una iniciativa que Cap Anson
lideró a finales del siglo XIX, se sumaban las difíciles condiciones
económicas.
“El salario
era bajo y ridículo”, aseguró el legendario cubano Martín Dihigo a su hijo
Gilberto, en el libro Mi padre el
inmortal
. “Podían jugar maravillas y si no había asistencia no se
recolectaba. Una vez, no llegó al dólar el dinero que recogieron después de
pagar a los árbitros y al anotador”.
Grandes
figuras de aquellos circuitos visitaron Venezuela.
Algunos,
como Dihigo, vinieron a jugar en la Serie
Nacional
o la Primera
División.
Manuel “Cocaína” García, uno de aquellos grandes
jugadores, adoptó este país como el suyo.
Otros
vinieron a los encuentros de exhibición que se realizaron aquí. Algunos más,
como Roy Campanella, estuvieron en los inicios de la Liga Venezolana de Beisbol
Profesional.
Campanella
aprendió a hablar castellano en sus visitas al Caribe. También conoció a
Alfonso Carrasquel, y la amistad que surgió entre ambos le permitió ser una
ayuda crucial para el Chico en su primera experiencia en el norte, recién
firmado por los Dodgers, como el propio shortstop relató entre risas a Milagros
Socorro en su hermoso libro Con la V en el pecho, que Ediciones
B acaba de reeditar.
Las Ligas
Negras evolucionaron y en los últimos años, al parecer, mejoraron sus
condiciones. Es inevitable sentir nostalgia y deseos de revivir aquello, al
terminar el recorrido por el museo y empezar a caminar entre las estatuas de
bronce.
Pero la
hermosa forma mediante la cual los curadores reflejaron la historia del apartheid que sufrió el beisbol no
oculta las tremendas injusticias, las horas buscando un hotel donde aceptaran
huéspedes con sangre africana en sus venas, la imposibilidad de hacer una
carrera en la gran carpa, los escupitajos que otros jugadores soltaban a
Robinson, cuando éste pasaba cerca, y los insultos, y la humillación, y la
inconmensurable injusticia de no aceptar como iguales a una parte de la
población.
Robinson no
fue el único ni el primero en luchar contra todo eso. Pero su papel en la
batalla no violenta que protagonizó resultó fundamental.
No se
suponía que fuera él quien rompiera la barrera. Ese rol correspondía a Paige,
porque su bola de fuego era una garantía de éxito y Rickey no podía permitirse
que el jugador que quebrara la barrera racial resultara un fracaso deportivo.
Fue ese
motivo, paradójicamente, el que llevó a los Dodgers a descartar a Paige y
preferir a Robinson. El lanzador cumplió 40 años de nacido en 1946. Aunque
todavía ponchaba a sus oponentes con la recta, la edad no garantizaba que
tuviera el mismo dominio en las grandes ligas.
Mariano
Rivera no fue el único que esta semana usó el 42 en las mayores. El panameño es
el último que queda del grupo que vestía ese número cuando la MLB decidió retirar el 42 en
homenaje al infielder de los esquivadores y su formidable aporte a la lucha por
los derechos civiles.
Cuando
Rivera se retire, nadie más podrá usar ese número, excepto cada 15 de abril,
cuando decenas de bigleaguers se enfundarán camisetas con ese dorsal, en recuerdo
de uno de los más grandes luchadores del deporte.
No mucho
tiempo después de su adiós, el propio cerrador de los Yanquis verá cómo el
equipo también colocará el 42 junto a su apellido en las paredes del parque,
porque su lustrosa carrera merece un homenaje similar.
Será una
feliz coincidencia, porque Rivera también es negro.
De haber
nacido hace 100 años, hipotéticamente, la mejor recta cortada de todos los
tiempos no habría podido lanzar en las mayores.
Gracias,
Jackie.
Ignacio Serrano
Ignacio Serranohttps://elemergente.com/
Soy periodista y actor, y escribo sobre beisbol desde 1985. Durante 33 años fui pasante, reportero y columnista en El Nacional, ESPN y MLB.com, y ahora dirijo ElEmergente.com. También soy comentarista en el circuito radial de Cardenales de Lara y Televen. Premios Antonio Arráiz, Otero Vizcarrondo y Nacional de Periodismo.

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